Conciliar no solo significa disponer de unos horarios laborales más flexibles y racionales que permitan cuidar de la familia, como parece ser uno de los objetivos que persigue la recién creada ley del trabajo LOT. Conciliar también implica la corresponsabilidad familiar, es decir, compartir todas esas tareas y obligaciones que exige la vida día a día: desde llevar a los niños al colegio, o jugar con ellos, hasta planchar y hacer la compra. Y es ese precisamente un ámbito que no puede regular unas normas legislativas.
Hasta ahora ha sido la mujer quien ha llevado toda esa carga a las espaldas por un rol cultural asumido desde ancestros. Aunque el hombre avanza —son más los que colaboran, invirtiendo más tiempo— aún no es suficiente para lograr una conciliación real. Los últimos datos del Instituto Nacional de Estadística (INE) de 2011 así lo confirman :ellas dedican cada día dos horas y cuarto más que los hombres a las tareas del hogar.
Los acuerdos
Por eso, sensibilizar y concienciar a la pareja es el primer punto de partida para lograr un reparto equilibrado de las tareas domésticas. Ello aportará muchos beneficios personales y familiares.
—Negociar: Pedir a la pareja lo que uno desea y explicar con suavidad, sin reproches ni chantajes, nuestras emociones al llevar una sobrecarga de trabajo tanto fuera como dentro de casa. Hay que exponer la insatisfacción personal que ese desgaste produce. Algo que se podría solucionar llegando a un acuerdo para repartir las tareas. Eso aportaría ventajas como más tiempo para disfrutar juntos, con los niños...
—Cada miembro de la pareja debe cooperar de manera proporcional al tiempo del que disponga.
—Elaborar un listado de tareas. Desde las más sencillas (recoger la mesa) hasta las que impliquen más tiempo (realizar la compra) o las que exigen mayor desgaste emocional (jugar con los niños cuando uno está agotado).
—Dividir las tareas en función de las habilidades de cada uno. Al principio se podrán elegir las que más agradan, pero al final quedarán las más penosas que también hay que repartir de forma proporcional.
—Confeccionar un calendario diario con las tareas que realizará cada uno y los horarios, así no habrá despistes ni olvidos. Colocarlo en un lugar visible (en un tablón de corcho en la cocina o sujeto con un imán a la nevera). Cada uno sabrá lo que tiene que hacer en todo momento.
—Armarse de paciencia y ser tolerante con la persona que no está acostumbrada a realizar tareas de forma sistemática. Se deben respetar sus ritmos y errores.
—Una sonrisa, una mirada cómplice, un agradecimiento... ayuda mucho a quien está empezan a asumir nuevas responsabilidades. Aumentará su motivación. Además, mantener esos gestos refuerza el respeto en la pareja, lo que repercutirá en el amor.
—Los imprevistos también se deben repartir. Que no sea siempre el mismo el que se ausenta del trabajo cuando el niño enferma.
—Si las tareas no se cumplen, antes de montar en cólera, lo mejor es respirar hondo y contar hasta 300 si hace falta. Si algo no funciona, hay que revisar el plan, modificarlo y volver a probar hasta que se encuentre el equilibrio. A veces es algo tan sencillo como realizar las tareas de forma gradual, introduciendo cada semana una nueva.
—Procurar siempre que cada miembro de la pareja tenga un tiempo de ocio individual. Es una válvula reguladora del estrés, favorece el bienestar personal y el afecto en la pareja.
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